Si salimos a la calle parece que la Navidad comienza mañana, las estanterias de los supermercados están repletas de turrones, mazapanes, adornos para el árbol, belenes, y un sin fin de cosas que nos bombardean continuámente con el período navideño, provocando saturación, agobío... lo que dá lugar a que cuando llega la fecha ya estamos cansados. Todo tiene su momento y su lugar, así que habrá que mantener los elementos tradicionales para establecer su duración.
Para la Iglesia católica, el Tiempo de Navidad empieza con la Vigilia de la Misa de Nochebuena, ya el 25 de diciembre, y concluye el domingo siguiente al 6 de enero (Epifanía), con la celebración del Bautismo del Señor.
En España el arranque tradicional lo marcan las voces de los niños de San Ildefonso cantando el Gordo de la Lotería, el 22 de diciembre y aunque acaba en Reyes, se estira hasta que los estudiantes se incorporan a clase el día ocho.
Hay un dicho popular que prolonga la Navidad hasta el 17 de enero " Hasta San Antón, Pascuas son". Y, más aún, antiguamente (y aún hoy en ciertas zonas rurales) la Navidad no acababa hasta el 2 de febrero, día de la Candelaría.
En los países escandinavos comienza el día de Santa Lucía, el 13 de diciembre, con un peculiar ritual, y termina el 13 de enero, desde el decreto del santo Rey Knut (San Canuto) en los albores del segundo milenio. Los anglosajones marcan su período con "Twelve days of Christmas".
En Latinoamérica es frecuente encontrar pueblos y regiones que inician las festividades el 8 de diciembre, día de la Inmaculada, y las cierran con otra fiesta de la Virgen, la fiesta de la Candelaría el 2 de febrero, ambas relacionadas con el concepto de pureza (Purísima y Purificación).
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